Septiembre 30, 2023
Marcha de cristianos en Jerusalén Foto: Embajada Cristiana Internacional en Jerusalén vía Facebook
Miles de cristianos evangélicos de todo el mundo mostraron su apoyo a Israel, en una multitudinaria marcha por Jerusalén, en la que los participantes aseguraron que cada año se unen más israelíes para agradecer el respaldo al pueblo judío.
“Vine por primera vez en 2010 y la gente era muy reticente, pero ahora podemos ver cómo los israelíes vienen más porque se sienten apoyados, ya no hay ese miedo”, dijo Óscar Álvarez, pastor del Ministerio Bautista Internacional de Barcelona.
El pastor evangélico Moisés Ávila coincide con Álvarez, desde que él comenzara a asistir hace diez años, representando a España.
“No eran muy receptivos, porque nunca se les amó, fueron un pueblo perseguido, y poco a poco se fueron abriendo y han visto que nuestro amor es sincero y puro”, remarca.
Los israelíes apostados en las vallas de seguridad que delimitaban el recorrido por el centro de Jerusalén portaban pancartas de “bienvenida”, “agradecimiento” y “bendiciones” que dirigían hacia los grupos que desfilaban ondeando banderas de todo el mundo.
Los colores nacionales de España, Perú, Colombia, Italia, Japón, Corea del Sur y Brasil, con una de las representaciones tradicionalmente más numerosa, fueron dando luz al desfile, mientras israelíes acumulaban las enseñas y regalos que les entregaban.

Foto: Embajada Cristiana Internacional en Jerusalén vía Facebook También organismos oficiales, asociaciones y empresas privadas de Israel marcharon como parte de la comitiva en un ambiente festivo con música, cánticos y bailes que paralizaron el centro de la ciudad.
Alrededor de 7.000 participantes, según la Policía, iniciaron el recorrido desde el parque Sacker, donde habían pasado la jornada entre barbacoas y actuaciones, hacia la Primera Estación, en el oeste de la ciudad.
La marcha anual, organizada por la Embajada Cristiana de Jerusalén, un grupo cristiano evangélico proisraelí, coincide con la festividad judía de los Tabernáculos o Sucot, que conmemora los 40 años que, según los textos sagrados, el pueblo judío vivió en el desierto, tras ser liberados de la esclavitud en Egipto.
El Sucot es una de las tres Fiestas de Peregrinación del judaísmo, junto con Pesaj (Pascua) y Shavuot (Semanas), que comenzó el pasado lunes y se extiende una semana, y durante la que la marcha de Jerusalén ha pasado a formar parte de la agenda de actividades.
“Es la primera vez que vengo a la fiesta del Sukot, pero no sabía que existía esta marcha y me está emocionando mucho ver a tantas naciones que aman a Israel”, expresa la española María Victoria Chamartín, quien resaltó la “calurosa bienvenida” que ha recibido por parte de los ciudadanos israelíes.
El vínculo que sienten estas corrientes cristianas recae en que “Israel es el país de la Biblia, y quien entregó las escrituras”, dice Chamartín.
Los cristianos evangélicos consideran que el retorno de los judíos a la Tierra Prometida es una de las condiciones para que Jesús vuelva a la Tierra por segunda vez y que, entonces, será reconocido como Mesías por el pueblo judío.
El pastor Álvarez asegura que la entrega a Israel de la Embajada Cristiana no “son solo palabras, ni estas marchas”, sino que también ofrece ayuda financiera y asistencial.
“Por ejemplo, costea los billetes de quienes hacen aliá”, la emigración de judíos a Israel, explica.
El apoyo de estos cristianos a la reagrupación del pueblo israelí, a reconocer Jerusalén como capital israelí – incluyendo la parte oriental de la ciudad, reconquistada durante la Guerra de los seis días, de 1967 – y a las políticas del Estado de Israel se manifiesta de forma festiva cada año con esta simbólica marcha. EFE y Aurora
Foto: Web de Yad Vashem
A Israel arribó una mujer desde Holanda llamada Marta. Su padre fue encarcelado cuando ella tenía 3 años y dos años después fue ejecutado. Fue en Tierra Santa donde Marta comenzó a conocer a su padre a través de los testimonios de muchas personas que fueron salvados durante su juventud. Su padre, Johan Westerweel, se dedicó a esconder y ayudar y acompañar a muchas personas judías a escapar de las garras de las autoridades durante la Segunda Guerra Mundial.
Mejor conocido como “Joop”, Johan Westerweel estaba dedicado a tiempo completo a la educación en revolucionarios institutos de la Holanda de entonces. Su formación cristiana protestante lo había dotado de una profunda conciencia acerca de la bondad humana y pacifismo, convicción que lo llevó a rechazar la idea de ingresar en el ejército mientras vivía en las colonias holandesas de Asia.
Establecido en su tierra madre, alrededor de 1942, Joop encabezaba una familia de 4 niños y sin embargo, nunca pensó en dejar de ayudar a otros niños que lo necesitaran, de manera que su condición de maestro se fortaleció, mientras que los vientos de la guerra inquietaban su convicción bondadosa. Se dedicaba a atender a una gran cantidad de niños judíos refugiados desde Alemania que huían del odio.
Cuando sus colegas lo ponen en contacto con grupos judíos, las convicciones de Joop se afianzaron ante los principios y convicciones que observó en agrupaciones juveniles como la Halutzim, a quienes ayudó a ocultar ante la inminente deportación a campos de trabajo y exterminio. Estos jóvenes, que se auto-denominaban com pioneros se preparaban para el retorno a la Tierra de Israel (para la época conocida con el nombre impuesto por el Imperio Romano de “Palestina”) y se dedicaban a los trabajos del campo, en preparación para la vida comunitaria del Kibutz.

Johan Joop Westerweel (1899-1944)
Como es fácil de adivinar al observar a personas de la calidad de Joop, su actuación no solo se limitó a ocultar a los judíos amenazados. Junto al refugiado judío Joachim Simon se dedicó a organizar la fuga de los jóvenes judíos perseguidos por la barbarie del régimen imperante y en muchos casos los acompañó hasta los confines del país en busca de territorios seguros, infundiéndoles ánimos y urgiendo a que se comprometieran con la libertad y dignidad de todos los habitantes del futuro Estado judío.
Luego de que su esposa fuera capturada al involucrarse en la liberación de una activista judía encarcelada, Joop pasó a la clandestinidad y produjo un manifiesto que sirvió de faro a aquellos que se enfrentaron a la ocupación Nazi, para luego ser encarcelado en 1944 cuando asistía a dos mujeres judías en su fuga hacia Bélgica.
El terrible y tortuoso encarcelamiento no minó su espíritu y se convirtió en consuelo y referencia de otros prisioneros durante su cautiverio, infundiendo ánimo y valor a su alrededor. Tras las rejas, en medio de las torturas, logró escribir en 1944 lo que resultó ser su última obra y comunicación con el mundo exterior: el poema “Tarde en la celda”, que ensalza la bondad, el optimismo y la belleza de la naturaleza, reflejo de sus propias convicciones que lo llevaron a vivir una vida plena de bondad y entrega al beneficio de los desvalidos perseguidos por el Nazismo.
Su vida llega a su fin a manos del verdugo del campo de concentración Vught, el 1 de agosto del mismo año en que escribe “Tarde en la Celda”. Su esposa Wil, fue finalmente liberada del mismo campo, no sin antes verse obligada a ser testigo de la ejecución de Joop, recuerdo que cargó consigo en su vida familiar después de la guerra y que seguramente Marta, su hija, también hubo de soportar, y que aunque no recuerda a su padre Joop, fue en Tierra Santa donde finalmente lo conoció, como el gran hombre que fue, un Justo entre Las Naciones.

Pacifico Comunicaciones

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