Ya estamos inmersos en una nueva guerra fría, aunque algunos, como los líderes de la extrema izquierda europea, no se hayan enterado o no quieran enterarse.
Mijeíl Saakashvili – Presidente de Georgia 2004-2007 y 2008-2013 – Foto: Wikipedia – Dominio Público
Ricardo Angoso
Georgia, al igual que la Finlandia de ese periodo histórico, tendrá que aceptar los designios rusos en lo que respecta a sus anhelos por integrarse en la OTAN y la UE. El nuevo zar del Kremlin, Vladimir Putin, escribe a sangre y fuego las nuevas fronteras de Europa, para mayor escarnio de un Occidente que no ha sabido estar a la altura y poner coto a la agresión rusa a Ucrania.
Mientras se observa un estancamiento en la guerra de agresión y conquista de Ucrania por parte de Rusia, la tensión crece en los escenarios adyacentes al conflicto, tales como el Mar Negro, donde se concentran numerosas fuerzas de la OTAN en Rumania y Bulgaria, Moldavia -sede del XIV Ejército ruso que ocupa la “republiqueta” de Transnistria- y Georgia, ya atacada en el pasado por Moscú de una forma atroz y brutal. Todo muy al estilo del carnicero Putin, tal como le ha calificado muy oportunamente el presidente norteamericano.
El objetivo de la guerra contra Ucrania queda cada vez más meridianamente claro: la partición del país. De facto, Ucrania llevaba partida en dos desde el año 2014, cuando Moscú alentó la independencia del Donbás, región formada por las provincias ucranias de Donetsk y Lugansk, y unas milicias secesionistas apoyadas, armadas y jaleadas por Rusia declararon la guerra contra Ucrania. Ahora, con la invasión rusa, se consolida la base territorial de esa entidad política controlada por los rusos y parece que la ocupación de Ucrania tendría como objetivo militar la creación de un gran corredor entre el Donbás y Crimea, anexionada por Rusia en el año 2014. Al parecer, señala Kiev, el corredor ya está en marcha.
Georgia conoce muy bien las pretensiones neoimperiales rusas y los delirios nacionalistas del sátrapa de Moscú, Vladimir Putin. Este pequeño país, de apenas cuatro millones de habitantes y algo menos de 70.000 kilómetros cuadrados, sufrió dos guerras organizadas y planificadas por Rusia para provocar la secesión de Osetia del Sur (1991-1992) y después la de Abjasia (1992-1993) nada más independizarse Georgia, allá por al año 1991. Ambos territorios continúan desde entonces bajo la férula de Moscú.
Esta nación, enclavada entre Rusia, Turquía y Armenia, padeció lo indecible en ambas guerras. Miles de georgianos -entre 20.000 y 30.000, según las fuentes- fueron asesinados, unos 300.000 tuvieron que huir de ambos conflictos como refugiados y siguen hacinados en campos humanitarios en las peores condiciones de vida, la economía sufrió una larga y dura recesión y Georgia perdió, quizá para siempre, el 20% de su territorio.
En agosto de 2008, en una acción militar poco preparada, mal organizada y peor planificada por su inepto presidente Mijeíl Saakashvili, Georgia intentó ocupar Osetia del Sur y Rusia se involucró en el conflicto, provocando la derrota de los georgianos y casi la caída de la capital del país, Tiflis. El intento de ocupación fue un desastre total, otros 100.000 georgianos tuvieron que huir de las tierras osetias donde habían vivido durante siglos, Osetia del Sur amplió su base territorial y se produjeron miles de bajas. Nuevamente, Rusia se imponía y Georgia era humillada.
Desde ese año, ambas regiones siguen ocupadas y nada parece indicar que Rusia tenga la intención de devolver ambos territorios, sino más bien lo contrario: el mismo año de la corta guerra ruso-georgiana y ulterior derrota de Georgia, Rusia reconocía como repúblicas independientes a Abajsia y Osetia del Sur, a la que le unieron los reconocimientos por parte de Siria, Venezuela y Nicaragua, entre otras naciones. Rusia nunca abandonará estos territorios si no es por la fuerza.
Rusia lleva casi tres décadas intentando controlar el mar Negro a través de Georgia y por esto alentó la independencia de Abjasia, en 1992, y logró controlar su importante enclave portuario de Sujumi. Para Rusia, el mar Negro es su salida natural al Mediterráneo a través de los estrechos turcos del Bósforo y los Dardanelos, constituyendo también el punto de tensión entre el mundo ruso y el resto de Europa y Turquía. Ahora, si se consolida la ocupación de la costa de Ucrania sobre el mar Negro, tal como parece pretender Rusia con la finalidad de unir los territorios del Donbás a través de un corredor territorial entre dicha región y Crimea, Georgia volverá estar en el punto de mira y quizá la tensión se desplazará hacia esta pequeña república ex soviética.
LA NUEVA GUERRA FRIA
Moscú nunca permitirá que Georgia ingrese en la OTAN o en la Unión Europea (UE), tal como han sugerido algunos dirigentes de este país, y siempre ha considerado a esta nación como parte de su periferia tutelada, confiriéndole una soberanía limitada que nada tiene que ver con la verdadera independencia.
Tampoco la OTAN, tal como se ha visto en la crisis de Ucrania, va a seguir el camino de la ampliación hacia el espacio postsoviético, en tanto y cuanto nadie quiere que la confrontación con Rusia degenere en un conflicto o una guerra de inciertos resultados para todos, amenaza nuclear por medio incluida.
La nueva era que vivimos tiene un gran parecido con la Guerra Fría (1945-1991) y Putin no parece ser un líder con la suficiente capacidad, como sí lo fueron otros líderes soviéticos, para mantener un diálogo sosegado, civilizado y fructífero con Occidente, sino que su perfil autoritario y autocrático le han llevado a pensar que puede conducir su país sin tener que contar con el mundo. Todo un desastre para Rusia y para el mundo occidental, cuyas consecuencias todavía no atinamos a comprender ni a atisbar. Georgia, en este sentido, queda en tierra de nadie, finlandizada por muchos años y frenada en sus anhelos por ser parte de Europa y de la gran comunidad atlántica, otro gran éxito de Putin. Por ahora, va ganando la guerra, pero veremos qué pasa.
Fuente : Aurora Digital