Mayo 30, 2023
El término guerra de desgaste se refiere a un conflicto bélico en el cual el vencedor es el que resiste más en pie, dejando al adversario derrotado por cansancio
Vladimir Putin durante una sesión de la Duma en Moscú Foto archivo: Kremlin.ru CC BY 4.0 vía Wikimedia Commons En la actual coyuntura en los frentes de guerra entre Rusia y Ucrania, cada vez más enfangados de cadáveres, nadie sabe a ciencia cierta quien tiene la iniciativa y, sobre todo, más capacidad de resistencia para desgastar al otro.
Cuando ha pasado ya un año desde que comenzó la agresión rusa a Ucrania, que en principio se preveía para Moscú como un paseo militar sin complicaciones, los frentes de batalla aparecen empantanados, sin apenas avances, y cada vez más centrados en el control por la parte rusa de las regiones del Dombás y el Donetsk y la consolidación de sus posiciones en los puertos del mar Negro y alrededores. Mientras Rusia avanza a base de sangre, sudor y lágrimas, dejando en el camino miles de víctimas, Ucrania resiste heroicamente y parece haber perdido la iniciativa que tuvo el pasado otoño, en que recuperó numerosos territorios a los rusos, y se limita a contrarrestar las ofensivas de su brutal enemigo.
Como ocurrió en la guerra entre Egipto e Israel entre 1968 y 1970, considerada por los expertos en doctrina militar como la más típica guerra de desgaste, el conflicto entre Rusia y Ucrania ha entrado en un punto muerto porque prosigue en el mismo lugar, con los mismos soldados, los mismos tanques y armamentos. Pero, en este caso, el elemento novedoso es el apoyo occidental a Ucrania con ingentes envíos de pertrechos militares, muchos de última generación, y la utilización de fuentes de la inteligencia de la misma procedencia para señalar los objetivos rusos. Nadie, en las actuales circunstancias y sin avances sustanciales en los frentes de batalla, aparece como el perdedor de una clásica guerra de desgaste, sino que ambos bandos muestran la suficiente capacidad de resistencia, suministros militares y fuerzas para continuar la guerra durante mucho tiempo. Un escenario, cuando menos, agotador.
Para Rusia, el problema radica en que no hay vuelta atrás y la victoria en la guerra, aunque sea pírrica manteniendo el Dombás y otros territorios arrebatados a Ucrania, está absolutamente ligada a la supervivencia política del presidente ruso, Vladimir Putin, quien no puede permitirse una derrota ni ante su país, sobre todo ante las elites políticas y económicas, y ante sus escasos aliados en la comunidad internacional, que comenzarían a cuestionar su liderazgo y autoridad para ejercer el mismo en el mundo. Putin, además, no ha mostrado en sus últimas declaraciones públicas ninguna voluntad para iniciar un diálogo con sus declarados enemigos e iniciar un proceso político negociador que ponga fin a la guerra, sino más bien lo contrario: exhibe cada vez más un tono más belicista y su retórica anti occidental comienza a rozar el delirio nacionalsocialista tan parecido al discurso antisemita de Hitler al final de la guerra cuando se refería a la “judería internacional”.
Mientras que para Ucrania dar marcha atrás ahora sería suicida y quizá el final para siempre de su soberanía nacional y territorial, que Rusia había asegurado respetar en 1991, tras la implosión de la Unión Soviética y la errónea entrega por parte de los ucranios de su armamento nuclear a sus ahora enemigos rusos. La supervivencia de Ucrania, como un Estado democrático y libre anclado en la Unión Europea (UE) y la OTAN, pasa también por una victoria pírrica en la guerra y demostrar a Rusia su error al invadir Ucrania. Pero, no cabe duda que los sueños ucranios son la pesadilla de Putin y que los objetivos de ambos bandos están, por ahora, muy lejos de ser no ya coincidentes, sino algo más cercanos a la cruda realidad sobre el terreno.
SIN AVANCES EN EL FRENTE DIPLOMÁTICO
Aparte del disparatado plan chino para lograr la paz en Ucrania, que ni siquiera condenaba la agresión rusa ni exigía la devolución de todos los territorios ocupados a Ucrania, incluyendo Crimea, en el plano político y diplomático tampoco se atisban avances. Hasta ahora casi todos los planes e iniciativas presentadas, como la china y la surrealista del presidente mexicano, AMLO (Andrés Manuel López Obrador), pasan por la rendición incondicional de Ucrania y porque este país acepte como un “mal menor” la entrega de una buena parte de su base territorial -aproximadamente el 25% de su territorio si incluimos Crimea y los nuevos territorios ocupados por los rusos en el mar Negro- a Rusia para asegurarse una suerte de paz fría por unos años.
Este discurso, también subyacente en una buena parte de la izquierda europea que grita inútilmente el “no a la guerra” sin condenar a Rusia y en los países que todavía apoyan a Putin, como la India, China, Serbia y la Hungría del neofascista Viktor Orbán, se basa en la vieja política del apaciguamiento que llevó a Europa a la Segunda Guerra Mundial. En septiembre de 1938, conviene recordar, los primeros ministros de Francia y el Reino Unido, Edouard Daladier y Arthur Neville Chamberlain, respectivamente, entregaron los Sudetes checos a Adolf Hitler para saciar su voraz apetito territorial en los ignominiosos acuerdos de Múnich, rubricados también por el dictador fascista italiano Benito Mussolini. Unos meses después, vista la debilidad de Europa a la hora de defender sus principios morales y éticos, Hitler se anexionó los restos de lo que quedaba de Checoslovaquia, ante el silencio cómplice del mundo, y el 1 de septiembre de 1939 atacaba Polonia, comenzando la Segunda Guerra Mundial en el continente y la mayor matanza de la historia: el Holocausto.
Hoy los que invocan el apaciguamiento con Rusia obvian la historia y la forma cómo Putin ha actuado con casi todos sus vecinos en los últimos años, en que ha ocupado territorios a Ucrania, Georgia, Moldavia e incluso a su “aliada” Armenia. También arrasando a sangre y fuego sin ningún pudor a Chechenia. Putin solamente entiende el lenguaje de la guerra, no admite ningún tipo de disidencia en el interior de Rusia y es un criminal de guerra sin necesidad de usar ningún otro eufemismo, tal como ha demostrado con sus indiscriminados ataques a objetivos civiles sin interés militar en la guerra de Ucrania. Vive en un pasado que no existe, una Rusia imperial que no volverá, pero que puede convertirse en una pesadilla para Europa y también para el mundo.
En fin, pasó un año desde el comienzo del conflicto, la guerra sigue su curso y las Naciones Unidas volvieron a mostrar su inutilidad congénita, como tantas veces en su inerte existencia y tantos sangrientos episodios que nos dejó para el recuento de una historia terrible: Ruanda, Bosnia y Herzegovina, Chechenia, Yemen y Siria, por citar solamente algunos casos. Lo único que ha quedado constatado en este largo, sangriento, duro y triste año de guerra en Ucrania es la soledad de Rusia en la escena internacional. La última resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, exigiendo la retirada de las tropas rusas de Ucrania, solamente cosechó seis votos negativos (Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Malí, Eritrea y Siria) y 141 a favor de la misma, una muestra del rechazo unánime y universal a esta injusta guerra. Algo es algo, aunque sea demasiado poco para Ucrania.
Fuente: Aurora Digital Ricardo Angoso
"Israel apoya la soberanía e integridad territorial de Ucrania", señaló el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Foto ilustración: Dmitry Muravsky / Ministerio de Defensa de Ucrania CC BY-SA 2.0 vía Wikimedia Commons Israel anunció este viernes que no reconoce la anexión por parte de Rusia de las cuatro provincias de los territorios ocupados en el este de Ucrania, indicó el Ministerio de Exteriores de Israel en un comunicado.
«Israel apoya la soberanía e integridad territorial de Ucrania», afirmó después de que el presidente ruso, Vladimir Putin, firmara hoy los tratados de anexión de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiya.
La respuesta israelí se suma al rechazo global internacional a la anexión y a la celebración de los referendos considerados ilegales por Estados Unidos, la UE, la ONU y gran parte de la comunidad internacional.
La relación entre Israel y Rusia -tradicionalmente fluida- se ha mantenido tensa desde el inicio de la guerra en Ucrania debido al alineamiento israelí con las potencias occidentales que condenaron la invasión.
Sin embargo, Israel no impuso sanciones a Rusia ni envió ayuda militar a Ucrania más allá de materiales de protección personal para sus tropas como cascos o chalecos antibalas.
Esta posición se debe principalmente a la alianza estratégica de Israel con Rusia en el marco del conflicto armado en Siria, donde Moscú tiene una importante presencia y permite los bombardeos israelíes sobre milicias proiraníes.
La moderación israelí en su respuesta ha motivado múltiples reclamaciones por parte del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que este fin de semana volvió a expresar su indignación por no haber recibido el armamento que solicitó a Israel.
Fuente : Aurora Digital
Pacífico Comunicaciones
Victor Villasante
Drones iraníes en una base subterránea Foto: Fars News Agency CC BY 4.0 Los viajes de la delegación rusa a Irán se produjeron el 8 de junio y el 15 de julio, según Washington.
Drones iraníes en una base subterránea Foto: Fars News Agency CC BY 4.0 Estados Unidos aseguró este sábado que una delegación rusa visitó Irán dos veces, una en junio y otra en julio, para ver una demostración del funcionamiento de unos sofisticados drones armados que el Kremlin supuestamente quiere usar en la guerra en Ucrania, afirmó un funcionario estadounidense.
Esta es la primera vez que EE.UU. tiene datos de visitas de una delegación rusa para examinar el funcionamiento de drones en la base iraní de Kashan, situada al norte de la ciudad de Isfahán (centro del país), indicó el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan.
Los viajes de la delegación rusa a Irán se produjeron el 8 de junio y el 15 de julio, según Washington.
La Casa Blanca publicó unas imágenes obtenidas vía satélite en las que, según EE.UU., se ve cómo los iraníes estaban haciendo una demostración a una delegación rusa del funcionamiento de dos tipos de drones, el Shahed 191 y el Shahed 129, ambos supuestamente capaces de entrar en combate.
https://aurora-israel.co.il/eeuu-una-delegacion-rusa-visito-iran-para-evaluar-drones-armados-para-ucrania/ Mientras la demostración estaba produciéndose, un avión ruso estaba sobre el terreno, de acuerdo con la Casa Blanca.
SRC://aurora-israel.co.il/eeuu-una-delegacion-rusa-visito-iran-para-evaluar-drones-armados-para-ucrania/
La semana pasada, Sullivan dijo que tenía información de que Irán se está preparando para entregar a Rusia cientos de drones para que Moscú los use en su ofensiva militar contra Ucrania.
En reacción, el Gobierno iraní ha confirmado que Irán y Rusia están colaborando en campos tecnológicos, pero alegó que esa cooperación no es nueva y precede a la guerra en Ucrania.
La Casa Blanca ha difundido esta nueva información de inteligencia el mismo día en el que el presidente estadounidense, Joe Biden, habló sobre las amenazas de Irán en una cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) durante su visita a Arabia Saudita. EFE y Aurora
Fuente :Aurora Digital
Pacífico Comunicaciones
Victor Villasante
La guerra de Ucrania podría tener efectos desestabilizadores en toda la región.
Rîbnița, zona norte de Transnistria – Foto: Wikipedia – CC BY-SA 2.5 Ricardo Angoso
Ya nadie descarta que Putin trate de extender su corredor territorial desde el Donbás hasta Transnistria después de devastar las ciudades de Mariúpol y Odesa, pero también en el punto de mira de Rusia están Georgia, Armenia, Polonia y las repúblicas bálticas. El conflicto apenas acaba de comenzar y no se sabe a ciencia cuándo terminará esta guerra que se prevé sea más larga que el paseo militar que esperaban los estrategas del Kremlin.
Hace más de treinta años, concretamente en julio de 1991, estallaba la guerra de los diez días entre la recién independizada Eslovenia y las tropas federales del ejército yugoslavo, en lo que parecía ser una escaramuza más entre ambas fuerzas y que, sin embargo, acabó desembocando en un sinfín de guerras civiles yugoslavas. La batalla, que apenas duró dos semanas y terminó con la derrota de los yugoslavos de una forma humillante, dio paso después a las guerras croata, bosnia, macedonia y, años más tarde, al no cerrado conflicto de Kosovo, que comenzó en el año 1999. Casi diez años duró esta tragedia que dejó en el camino miles de muertos, millones de refugiados y desplazados y una destrucción material y económica de la que apenas han ido saliendo estos países de la región balcánica.
De la misma forma que entonces, conocemos hoy cuándo y cómo comenzó la guerra de Rusia contra Ucrania, pero nadie sabe a ciencia cierta cuándo será el final y cuántos países se verán inmersos en la misma. Por ahora, todos los vecinos de Ucrania, pero sobre todo Eslovaquia, Hungría, Moldavia y Polonia, y en menor medida Bielorrusia, ya están sufriendo en sus carnes la llegada de auténticas riadas de refugiados y eso que apenas la crisis acaba de comenzar. Ya podrían haber salido de Ucrania casi unos seis millones de refugiados, aunque, sin embargo, el número podría aumentar vertiginosamente porque, según ha anunciado el ACNUR -Alto Comisionado de las Naciones para los refugiados-, hay unos doce millones de ucranianos atrapados dentro del país en zonas de conflicto que previsiblemente acabarán saliendo del país ocupado y agredido para buscar refugio en los países vecinos.
A esta contingencia humanitaria, que ya bordea los de catástrofe y los límites de la capacidad de atención de estos países, que han tenido un comportamiento ejemplar y digno, hay que añadir que Rusia trata de desestabilizar con todos los medios a la región. Los civiles, tal como hemos visto a través de las imágenes que nos llegan de Ucrania, se han convertido en un objetivo militar de Rusia, bien sea para eliminarlos físicamente en sus casas reducidas a añicos por la aviación rusa o la artillería o para obligarlos a marcharse causando daños a todos sus vecinos, que tendrán que dedicar ingentes recursos humanos y económicos para atenderles en sus necesidades sanitarias, educativas, alimenticias y de vivienda.
En los últimos días, en una acción coordinada de Moscú por provocar una crisis regional de más alto calado que la agresión a Ucrania, Moldavia ha denunciado a ocho agentes secretos rusos de haber provocado las acciones terroristas que se han producido en Transnistria en las últimas semanas. El objetivo de las mismas es forzar a Rusia a una agresión parecida a la Ucrania contra Moldavia y anexionarse Transnistria en aras de garantizar la “seguridad” de la comunidad rusa de dicha región. Argumentos falaces y ruines para justificar otra guerra.
Cabe la pena recordar que desde el año 1991, cuando estalló la guerra civil en Moldavia, entre el gobierno de Chisinau y las milicias separatistas de Transnistria, Rusia apoyó descaradamente a los secesionistas y fomentó la creación de una entidad ilegal en la región recién “independizada” con la ayuda del XIV Ejército ruso. La situación de Transnistria se ha mantenido desde 1992 inalterable y todas las tentativas de búsqueda de una solución política entre las partes han fracasado, en gran medida porque Rusia quiere mantener su papel de mediador y evitar, a toda costa, la entrada de este país en la UE y la OTAN, tal como desea el ejecutivo proeuropeo de Moldavia y que Moscú se niega a aceptar.
Ya un general ruso, participante en la agresión a Ucrania, ha anunciado que el objetivo final de la campaña rusa en Ucrania podría ser el extender el corredor “humanitario” que los rusos trazan a sangre y fuego en este país hasta la región fronteriza entre el país agredido y Moldavia. De cumplirse este objetivo, que pasaría también con la toma de la estratégica ciudad de Odesa, tan importante como la devastada y ciudad mártir de Mariúpol, no cabe duda que los rusos no se detendrían a las puertas de Moldavia sin anexionarse la ahora aislada y desconectada Transnistria. Por lo pronto sus habitantes, rusos y de origen moldavo, conocedores de la brutalidad rusa y de cómo se las gastan las fuerzas de Vladimir Putin, han huido por miles llevándose las pocas pertenecías que podían en sus autos hacia Moldavia e incluso la bombardeada Ucrania.

TRANSNISTRIA, ARMENIA, GEORGIA…
Si se consumara el crimen contra Transnistria, algo que no se debe descartar dado el comportamiento genocida y criminal del sátrapa de Moscú, los demás vecinos, tales como Armenia, Georgia, Polonia y las “traidoras” -según el argot de Moscú- repúblicas bálticas, también estarán en peligro. Armenia ya fue castigada por Moscú, en septiembre de 2020, tras un ataque de Azerbaiyán a la región de Nagorno Narabah, que fue casi ocupada por los azeríes para gran humillación de los armenios que perdían tierras que les habían pertenecido durante siglos. Los coqueteos políticos y diplomáticos de Armenia con los Estados Unidos y la Unión Europea (UE) provocaron la pasividad rusa ante este ataque de los azeríes, con la inestimable ayuda militar y material de Turquía, y tan solo intervinieron cuando vieron que su antaño fiel aliado estaba a punto de colapsar. Rusia después, como país “pacificador”, impuso un plan de paz a su medida y la presencia de un contingente militar ruso en la zona para evitar enfrentamientos entre las partes, pero Armenia perdió unos siete mil kilómetros cuadrados para siempre. Armenia nunca más volverá a tratar de reorientar su política exterior hacia Occidente porque la bota rusa se lo impedirá. Así se las gastan los rusos con sus “hermanos” y “amigos”.
Georgia, que también tenía en su punto de mira un acercamiento y una previsible integración en la OTAN y la UE, también se lo pensará dos veces tras la violenta y salvaje agresión de Rusia a Ucrania. Ya con dos regiones ocupadas -Osetia del Sur y Abjasia- los georgianos saben que Rusia no dudaría en volver a intervenir si las negociaciones con la OTAN avanzaran en buena dirección; los georgianos ya tuvieron en la nuca al «oso” ruso, en el año 2008, en que casi el ejército ruso llega hasta la capital misma de Georgia, Tiflis. Aunque existe el temor de que Rusia podría atacar algún día a algún miembro de la OTAN, como Polonia o los países bálticos, no parece que eso vaya a ser un escenario muy probable, ya que tal ataque provocaría una segura tercera guerra mundial, armamento nuclear por medio, y sería la segura destrucción de todos los participantes en la misma. Veremos qué pasa.
Fuente :Aurora Digital
Cada vez van quedando más claros los objetivos estratégicos de Rusia en esta guerra de agresión contra Ucrania. A continuación, los detallamos descriptivamente.
Aunque el desgaste de Rusia cada día que pasa es mayor, en términos de desprestigio internacional y de proyección global de su liderazgo, pero también en costes militares y humanos, las tácticas y métodos empleados por Rusia, así como sus acciones sobre el terreno, van dejando cada vez más meridianamente claros cuáles son los verdaderos objetivos de Moscú en esta guerra. Aniquilar económicamente a Ucrania. Está claro que Rusia pretende destruir la estructura económica de Ucrania, tal como se está comprobando con sus ataques a objetivos civiles y económicos, así como contra sus infraestructuras, de tal forma que el país tardará años en reponerse de la guerra y reconstruir lo destruido. Los ataques a las ciudades, como han hecho las fuerzas rusas en Mariúpol y Bucha, están provocando graves daños a la población civil, causando numerosas víctimas, y también a la economía de las mismas. Una Ucrania devastada, piensan los estrategas del Kremlin, será un paseo militar a la hora de controlar el Donbás e iniciar el proceso de partición del país, pero el cálculo, tal como se está viendo hasta ahora, puede resultar erróneo a tener de la numantina resistencia de los ucranianos y la llegada de importantes pertrechos militares a las fuerzas de este país.

En la nueva guerra híbrida de Rusia contra Europa, provocar una catástrofe humanitaria para desestabilizar a la Unión Europea y al continente. Para Moscú, los civiles no cuentan en esta campaña militar y los efectos colaterales, en términos humanitarios, no tienen ninguna importancia, sino más bien lo contrario: ayudan a su objetivo último que pasa por la destrucción total de Ucrania como actor internacional. Es más, es un objetivo militar de esta guerra el provocar una catástrofe humanitaria en las fronteras de Ucrania con sus vecinos para desestabilizar la región y, de paso, a la odiada Unión Europea (UE), que tendrá que dedicar ingentes fondos y recursos humanos para paliar la crisis provocada por los rusos en su acción contra Ucrania. Cuantos más civiles ucranianos salgan del país, mejor para Rusia, que así ve consumada su acción desestabilizadora más allá del territorio ucraniano ahora en guerra.
Crear un corredor territorial desde el Donbás hasta la frontera de Ucrania con Moldavia. Si observamos un mapa de la guerra en Ucrania, veremos que ahora casi todas las acciones militares rusas se producen en la zona del Donbás y alrededores. La caída de la estratégica y portuaria ciudad de Mariúpol contribuiría a crear ese gran corredor territorial que uniría al Donbás con la anexionada Crimea, para después, llegado el caso, atacar Odesa y alrededores para consumar el gran corredor desde esta región ahora en manos rusas hasta la frontera de Ucrania con Moldavia. Si este objetivo se cumpliera, no cabe duda que estaríamos ad portas de que el conflicto se extendiese más allá de Ucrania y el anhelo, por parte rusa, de unir a este corredor con la ocupada región de Transnistria en Moldavia -ahora en manos del XIV Ejército ruso- sería otro posible objetivo estratégico en esta guerra.
Controlar el mar Negro y cerrar el mar Azov a Ucrania. Desde el año 1991, en que ocurrió la implosión de la extinta Unión Soviética, Rusia ha mostrado claramente su interés por tener una salida al mar Negro y controlar militarmente un espacio que considera como suyo desde los tiempos de Catalina la Grande. Primero provocó violentamente la independencia de Abjasia, que era una región de la nueva Georgia independiente, y después reconoció la independencia de esa “república”. Los georgianos perdieron las dos guerras por intentar conquistar Abjasia, tanto en 1992 como en el 2008, y en su lugar los rusos se hicieron con el control de la misma, ocupando también la importante ciudad portuaria de Sujumi, un “balcón” estratégico ruso al mar Negro en la actualidad.

Después Rusia, en el año 2014, alentaría la independencia de Crimea para, a renglón seguido, proceder a la anexión de la misma, aprovechando el vacío de poder de Ucrania en una de sus muchas crisis políticas. Ahora, si cae Mariúpol, algo que parece solo cuestión de tiempo a tenor de la desproporción de fuerzas debido a la superioridad rusa, y se crea el corredor territorial entre el Donbás y Crimea, el mar Azov quedará definitivamente cerrado a cal y canto para los ucranianos.
La partición de Ucrania. Este un objetivo fundamental de la política exterior rusa desde el año 2014, en que se anexionó violando el derecho internacional a Crimea y provocando la secesión de los territorios del Donbás en la frontera entre Ucrania y Rusia, comenzando la guerra civil entre las fuerzas ucranianas y los separatistas de esa región. Después, siguiendo el mismo guion que el utilizado en Crimea, Rusia reconocería la independencia del Donbás antes de ocupar una buena parte de Ucrania en la actual guerra contra dicho país. El objetivo final será dotar a esta región de una suerte de reconocimiento al estilo del que gozan las ocupadas Abjasia y Osetia del Sur en Georgia, regiones financiadas, tuteladas y apadrinadas por Moscú que, aunque no gozan del reconocimiento internacional, sobreviven como entidades políticas separadas y soberanas.
Neutralizar a la periferia. Está claro que esta guerra no solamente va contra Ucrania, sino que Rusia ya ha expresado claramente su oposición a que países como Armenia, Georgia y Moldavia, las tres antiguas repúblicas ex soviéticas, pasen algún día a integrarse en la UE y la OTAN, las dos bestias negras del sátrapa de Moscú, Vladimir Putin.
En los tres casos, Rusia tiene presencia militar y así goza de capacidad de maniobra para desestabilizarlas: en Armenia desde el 2021 hay un contingente del Ejército ruso que opera como fuerza para el mantenimiento de la paz entre dicho país y Azerbaiyán en la región de Nagorno Karabah tras la humillante derrota de los armenios en una corta guerra ganada por los azeríes; Georgia fue atacada entre 1991 y 1992, tal como se explicó antes, por fuerzas secesionistas de Abjasia y Osetia del Sur, en una guerra perdida por los georgianos y que colocó a estas regiones bajo la égida de Moscú; y, finalmente, en Moldavia el XIV Ejército ruso apoyó activamente a los secesionistas de Transnistria y provocó la creación de esta entidad política no reconocida internacionalmente y separada de Moldavia. La neutralización de estos tres países, en el sentido de imponerles un veto en sus aspiraciones atlantistas y europeístas, es otro de los objetivos de Moscú en esta guerra, un objetivo que parece logrado dada la trágica experiencia ucraniana en este sentido. Nadie volverá a desafiar al oso ruso, lección aprendida para todos.
Fotos del autor: Tiflis, Chisinau, Yerevan Fuente : Ricardo Angoso Aurora Digital
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