El tomate es una de las comidas esenciales en la dieta de todo israelí. Foto: Pixabay
Durante las últimas semanas, los ciudadanos israelíes, nos encontramos inundados de noticias relacionadas con el virus corona y los resultados de las elecciones. Es claro que, la preocupación sobre ambos acontecimientos genera preguntas en los israelíes acerca del futuro, y muy claramente nos permite observar cuáles son las verdaderas prioridades de la población.
Independientemente de los resultados de las negociaciones existentes para la formación del gobierno, queda claro que necesidades básicas como un sistema de salud capaz de afrontar mega acontecimientos como lo es una epidemia, es algo imprescindible. Sin duda, el reconocimiento de esta prioridad es de total consentimiento entre los israelíes.
Bajo esta realidad, mi intención es poder hacer foco en otras importantes prioridades que frente a la dimensión de los acontecimientos quedan, quizás, en segundo plano.
En estos días el gobierno decidió obligar a todos aquellos que regresen del exterior, a entrar en aislamiento (cuarentena) por el lapso de dos semanas. La consecuencia práctica de ello es que, si bien las fronteras del país no se cierran, el tránsito desde y hacia Israel se reduce al mínimo. Un peor escenario podría obligar al cierre total de las fronteras, y con ello toda llegada y salida de personas y mercaderías.
La experiencia que se acumuló en este tipo de situaciones nos señala claramente que parte de la población entra en pánico y con él, compra impulsivamente alimentos por miedo a encontrarse en una situación de desabastecimiento.
Es en esta situación en la cual la producción agrícola local se transforma en una actividad de alto valor estratégico, cuya función es el suministro continuo de alimentos a la población, asegurando el derecho de toda persona a tener acceso a alimentos sanos y nutritivos sin padecer hambre. Es de suponer que Israel no llegará a una situación de hambruna y que la discusión es básicamente hasta qué lugar los gobiernos de Israel hoy día y en el futuro deben apoyar la permanencia de la agricultura local que asegure durante los periodos de aislamiento el abastecimiento de alimentos frescos.
Uno de los ejemplos que nos muestra la problemática de Israel en llevar al mercado de productos frescos a una total liberación es el ejemplo del tomate. El tomate es uno de los productos más importantes de la canasta familiar israelí. Componente importante de la dieta y presente en prácticamente todas las comidas. Desde el desayuno a la cena, el tomate tiene un lugar de honor en el plato de la mayoría de los israelíes.
El Tomate pertenece a la familia de las solanáceas, o en otras palabras podríamos decir que es pariente cercano de la papa, berenjena y los ajíes. Con la llegada a Europa durante el siglo XVI, la planta de tomate es recibida con sospechas debido a su parecido con la belladona que es una planta con componentes venenosos y alucinógenos. La iglesia cristiana y los rabinos en la religión judía consideraban al tomate una planta prohibida porque se pensaba que generaba en las personas inmoralidad, prostitución, etc. Con su posterior y definitiva aceptación se transforma en una parte importante de la dieta y durante los últimos años se sabe que además de suministrar nutrientes, contiene compuestos bioactivos con efectos fisiológicos sobre la salud como, por ejemplo, antioxidantes como es el licopeno el cual se encuentra en altas concentraciones sobre todo en la cáscara del tomate.
El consumo de tomate en Israel alcanza los 25kg/persona/año, considerado relativamente alto y de importancia en su aporte al precio de la canasta familiar. Se puede afirmar que el tomate en Israel es una “verdura política”. ¿Qué significa esto?
Durante los últimos años, la producción agrícola en general y el tomate en particular vinieron sufriendo un desgaste en la rentabilidad, descenso en las inversiones y en muchos casos el abandono de la actividad por parte de aquellos agricultores que no pudieron hacer de la agricultura un negocio rentable. Paralelamente, cuando la premisa es tomar como única prioridad el precio al consumidor, las políticas oficiales alentaron las importaciones como freno a los aumentos de precios por falta de oferta (desabastecimiento temporario) que muchas veces se genera debido a fenómenos climáticos extremos como olas de calor, frío, plagas, reducción de las cuotas de agua, etc. El problema se agrava cuando la liberación de las importaciones no es un episodio temporal y se transforma en permanente. Desde el punto de vista del gobierno, y especialmente para el ministerio de finanzas, los culpables del aumento en los precios son los agricultores israelíes y es así que la importación de tomates es continua y no se tiene en cuenta las consecuencias sobre los productores locales de tomate. Así ocurrió en los últimos años con los tomates, lo cual desato una ola de protestas por parte de los agricultores israelíes. Una verdadera “guerra del tomate”. En momentos en los cuales el abastecimiento pudo haber sido suministrado por agricultores israelíes, se permitió la libre importación desde Turquía. Es en este caso en el cual no solo el precio es importante. Un ejemplo de ello es el estándar de producción.
El estándar de calidad determina por ejemplo el tipo de agua que se usa para el riego, cantidad de agroquímicos y residuos de los mismos, etc. Estas exigencias son estrictas en referencia al productor israelí, mientras que el tomate proveniente de Turquía, si bien es más barato (bajos costos de mano de obra, agua, etc.) no posee el mismo grado de estandarización y las exigencias son mínimas y están muy por debajo de las normas en Israel.
Como nos enfrentamos a situaciones más complejas como es la pandemia generada por el coronavirus (COVID-19), el avance del virus ha provocado que en muchos lugares de Europa y Asia hayan comenzado a sentir la escasez de productos debido a la reducción de las importaciones. En muchos casos, el movimiento de productos básicos disminuyó e inclusive se comienzan a oír voces que dicen suspender la entrada de alimentos cuyo origen pueda ser problemático.
Durante años la agricultura israelí supo, a pesar de las limitaciones de recursos naturales como tierras, agua y clima desfavorable, asegurar el suministro de productos alimentarios de alta calidad bajo situaciones de crisis, aislamiento internacional, etc. ¿Qué ocurre hoy, cuando la agricultura está en crisis y la reconstrucción de las infraestructuras se encuentran al límite de la viabilidad económica?
Afortunadamente, la agricultura israelí también hoy, y a pesar de las crisis, es capaz de producir la mayoría de los productos y ahora en los días del virus Corona, es clara y comprensible. Más que nunca, la agricultura es responsable de la seguridad alimentaria de los ciudadanos israelíes.
Independientemente del tomate u otros productos agrícolas, la agricultura es un sector de interés nacional que posee valor estratégico, produciendo beneficios para el estado y sus ciudadanos. Independientemente de su valor estratégico en períodos de crisis como el actual, el día a día nos demuestra que no se puede prescindir de su valor como preservador de tierras en los límites del país y aquellas consideradas tierras marginales como así también espacios abiertos y pulmones verdes. La agricultura posee un importante aporte a la dispersión de la población. Es el único sector que usa eficientemente los efluentes producidos en las zonas urbanas.
Deberá tenerse en cuenta que no existen soluciones mágicas y el aumento de la productividad en la agricultura puede tomar meses o años. Me niego a pensar en la posibilidad de preguntarnos, durante la próxima crisis, porque no pensamos en ello antes.
Fuente : Aurora Digital Israel
Pacífico Comunicaciones
Victor Villasante